Los Cucurrumachos es una tradicional mascarada que se da cita el domingo de carnaval en la localidad abulense de Navalosa donde podemos apreciar una mezcla de tradiciones.

Sus orígenes, tal como afirman numerosos investigadores, se encuentran en los celtas, algo respaldado por el hecho de que en esta zona sí existió presencia de esta cultura. Sin embargo no se conoce la simbología inicial de esta festividad.

Este peculiar personaje, el Cucurrumacho, que da nombre a la fiesta está considerado como el núcleo original de la misma junto con “El Vaquilla”, mientras que la presencia de los quintos probablemente sea fruto de un añadido posterior. Dicho personaje representa al “mal” y se caracteriza por ir vestido con mantas pingueras, con las que tradicionalmente se resguardaban los pastores, cuernos de vaca o cabra, cráneos de animales secos por su máscara hecha de huesos, pelos largos, cencerros que hace sonar al ritmo de saltos… y cuya función principal es generar caos y confusión asustando a niños y mayores. Estos, en la mayor parte de las zonas con influjo cristiano se consideran “diablos” relacionados con las celebraciones solsticiales.

Por otro lado, si bien el Cucurrumacho es el que encarna “el mal”, en el lado contrario, “el bien”, lo representan los quintos, vestidos con los trajes típicos, los cuales también tienen una gran relevancia en esta celebración, puesto que se considera un rito de paso de la juventud a la edad adulta.

Cucurrumachos

La fiesta comienza por la mañana cuando los quintos, recorren las casas de la localidad para pedir comida, pero es por la tarde cuando se realiza la verdadera celebración. Al ritmo de la gaitilla, quintos, cucurrumachos y vecinos acuden a la plaza en donde han plantado los quintos el chopo el día anterior. Pronto se empiezan a configurar dos círculos en torno al árbol –simboliza el renacer de la naturaleza- : el interior, formado por quintos y quintas, que se agarran de las manos; y el exterior, formado por las madres y otras numerosas mujeres vestidas de serranas, lo que muestra evidencias claras de la existencia de una sociedad matriarcal típica en pueblos vettones, de modo que mientras unos giran en una dirección, los otros lo hacen en sentido contrario. En el interior del círculo pequeño, un personaje aislado, que camina en sentido contrario a como se mueven sus compañeros. Es “el Vaquilla”. Pese a ir vestido de una forma muy similar que el resto de los quintos, en él reside una gran importancia puesto que es el encargado de recaudar el dinero y representa la ganadería, mientras que la agricultura lo simbolizan los Cucurrumachos.

Desde el balcón del Ayuntamiento, se intenta hacer silencio y se hace el pregón. Además de la eterna lectura de los obsequios recibidos, de vez en cuando se desata la locura de la mano de los Cucurrumachos, a la vez que no faltan estrofas de aviso a “El Vaquilla” sobre su trágico destino. En ese momento desde el balcón del Ayuntamiento suenan dos estampidos y “El Vaquilla” se desploma muerta en el círculo interior, entre el ensordecedor ruido que se levanta en la plaza. Vuelve a leerse el pregón mientras giran los círculos en torno a “El Vaquilla” yacente. Pero el milagro está próximo: “Daros unas cuantas vueltas que suenen los cencerros, que tenemos que levantar a esta Vaquilla del suelo”. Y en efecto, el purificador y milagroso sonido de los cencerros, logran poner en pie a “El Vaquilla”, que se incorpora con sus compañeros hasta que se termina el pregón. En este momento los Cucurrumachos se despojan de sus máscaras y se dan a conocer. (Fundación Joaquín Díaz)