El escritor leonés Gabriel Oca Fidalgo presenta en el bar Belmondo su tercer libro, “Una novela quinqui” (Ed. Lupercalia). Será el miércoles 3 de agosto, a las 21.30 horas, y el autor estará acompañado por el escritor y poeta Vicente Muñoz Álvarez
León – 3 AGO 2016 – Eloísa Otero (Tam Tam Press)
Hace justo dos años, en julio de 2014, cuando Gabriel Oca Fidalgo presentó su anterior novela,“Ansiedad. Vida de un yonqui” —la segunda después de“La carretera muerta”, publicada en 2008—, le comentó a Camino Sayago en una entrevista que ya estaba trabajando en su siguiente libro: “¿Proyectos? Pues una novela de ficción, que lleva apalancada en su esqueleto más tiempo incluso que Ansiedad. Nunca pensé que volvería a meterle mano, no me veía ni con fuerzas ni con ganas de ponerme a ello. Ansiedadme ha dado el impulso y con ella estoy. ¿Y que cómo se desenvuelve? Pues en el único sitio en que se puede desenvolver, en los años ochenta, con dos críos espabilaos, violencia, quinquis, heroína, sangre de barrio, los Chunguitos y los Clash. De momento no os cuento más. Ni menos…”.
El pasado mes de mayo salió de imprenta “Una novela quinqui”, editada por Lupercalia, con todo lo que anunciaba el autor y mucho más. En este nuevo trabajo Gabriel Oca sigue ajustando cuentas con su pasado, escupiendo el veneno y la rabia que lleva dentro, junto a los recuerdos de unos años salvajes que el narrador expone para así poder olvidar y firmar la paz con la vida.
El Boni y el Cuco, los protagonistas de la novela, son, en palabras de autor, “dos pirris, dos críos, unos chamacos de quince tacos que se ven envueltos en un movidón que representa una época: el desparrame en crudo que algunos vivimos de cerca y que otros han visto, leído o escuchado en esos programas de tortilla y pandereta: del ochentéame otra vez a la vajilla en duralex del corral de la pacheca. Ésta en cambio es una historia verdadera, yo solo trazo la leyenda, la que viven los protas y que poco a poco les supera…”.
Narrada en primera persona por alguien que escribe “para exorcizar mis demonios” y, sobre todo, “por el simple y llano gusto de contar la vida y dejar constancia”, “Una novela quinqui”, dedicada por el autor a su madre (“que ya no está aquí”), se abre con breve poema, en la primera página, en el que se resumen el paisaje y el trasfondo del relato:
Levantarse amaneciendo en la chabola,
y salir a ese crepúsculo que cubre el barrio
con su manto de esperanza en el castigo.
Los olores y las voces lejanas, la luz y el movimiento circular,
los chamacos violentos con sus promesas de odio…
El que no haya molido ese café con miedo,
nunca sabrá el aroma que desprenden los pucheros del agobio,
el café que se prepara con el agua amarga del rocío,
el perfume que destila en pleno pulso la ansiedad.
Es un todo o nada al alba, es el juicio en la última mañana.
Lo jugamos deprisa-deprisa, y ahora toca salir de naja con lo puesto,
deprisa-deprisa, y sin que te den a elegir.
Deprisa-deprisa… ¿Se puede esperar algo mejor?
En“Una novela quinqui” esperan el Cuco y el Boni “montados en el buga, la puerta abierta”. Solo hay que abrir el libro y avanzar por sus páginas para saber lo que nos deparará su viaje…