El fastuoso y rico monasterio benedictino nació como un primitivo monacato fundado y dotado por el rey García el año de 912 a orillas del río Esla, de donde viene su nombre (Exlonza).
Destruido por Almanzor (988) fue restaurado por la reina doña Urraca, hermana de Alfonso VI, el año de 1099, y entregado a la orden de San Benito. En 1513 quedó adscrito a San Benito de Valladolid. A finales del siglo XV se encontraba en estado ruinoso interviniendo los Reyes Católicos en las primeras obras que se sucedieron durante los siglos siguientes (XVI, XVII y XVIII), siendo totalmente reconstruido, pues nada anterior reseñó Llaguno cuando lo describió en 1829.
Parece que un proyecto general de reconstrucción fue realizado por Juan de Badajoz a partir de 1544 (iglesia y claustro procesional), que continuaron durante la segunda mitad del siglo Juan López de Rojas y Juan del Ribero Rada. A partir de 1596 Juan Martínez comenzó a construir las celdas y el relicario. En el siglo XVIII se edificó el oratorio y la fachada principal (concluida en 1719), ésta por Fray Pedro Martínez de Cardeña. En 1835, con la Desamortización quedó abandonado. Entre 1949 y 1957, por deseo del obispo Almarcha, el arquitecto Juan Torbado trasladó diversas piezas del edificio a la nueva iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva de León, quedando en Santa Olaja de Eslonza sólo restos de paredones completamente mutilados.

Monasterio de San Pedro de Eslonza
El conjunto presentaba la tipología habitual de los monasterios benedictinos: iglesia de planta de cruz latina y al menos dos claustros en el costado sur, en torno a los cuales se desarrollaban las distintas dependencias. Del primitivo edificio mozárabe quedan capiteles como los de Escalada por la zona, también se aprecian restos de los muros románicos.
En la parroquia leonesa se instalaron las piezas completamente descontextualizadas. La portada del templo de Fray Pedro Martínez como fachada principal; detrás de ella, en el cancel, la portada de piedra que comunicaba la iglesia y el claustro, fechada en 1547 y obra de Juan de Badajoz el Mozo. Otras dos portadas se dispusieron en el muro norte del edificio capitalino, ambas clasicistas, una la del relicario y por lo tanto obra de Juan Martínez (h. 1596), la otra procedía de la fachada principal del monacato y tiene el estilo de Ribero Rada; una última portada se colocó en el muro de la Epístola, también de finales del siglo XVI. (Patrimonio de CyL – Javier Rivera Blanco)