Se cumple un año del fallecimiento de José Martín-Granizo (León, 1969–2014) —fotógrafo independiente y viajero que en sus últimos años optó por firmar como Jose Granizo— y una hermosa manera de recordarle es abrir las páginas de “Imad”, su libro de fotografía inédito, en el que narra y documenta en imágenes las penurias de los inmigrantes que desde Marruecos intentan acceder a la promesa de riqueza europea

León – 30 SEP 2015 – Gabriel Quindós (Tam Tam Press)

La historia de las artes y las letras resplandece con descubrimientos tardíos y hallazgos insospechados tras la desaparición de sus creadores. Manuscritos hallados en un cajón o salvados de la quema, pinturas cubiertas de polvo arrumbadas en un desván, partituras enmohecidas aprisionadas entre los volúmenes de una biblioteca o negativos aparecidos en una maleta o casa de empeños suponen el alumbramiento de artistas que nunca gozaron de renombre o la ocasión de acceder a nuevos trabajos de autores consagrados. Imaginamos tales improbables golpes de fortuna envueltos en ambientes y costuras de índole novelesca, como si solo pudieran escenificarse en abigarrados anticuarios que evocan a los de entreguerras y encumbrarse en elitistas casas de subastas de las ciudades más cosmopolitas. Cuesta sospechar que obras excelsas todavía ignoradas reposen en el disco duro de un ordenador en un rincón de nuestros alrededores. Estas líneas se proponen desvelar la existencia de Imad, el libro de fotografía inédito de Jose Granizo.

Imad debe su título a Imad Haibour, un joven marroquí que anhelaba cruzar el Estrecho para trabajar y emprender una vida mejor. Esta elección del nombre revela ya la inclinación del autor por las historias personales como vía para representar las aspiraciones y quebrantos de una colectividad. Estudioso de la carpintería de los escritos de su admirado Ryszard Kapuscinski, Jose Granizo creía que los desvelos más íntimos podrían sublimar el sumario de injurias de toda una comunidad de marginados. Este acceso a parcelas de la vida privada, vedado a reporteros de paso, exige una cercanía con los protagonistas del relato. Consciente del modo en que la gente actúa cuando se ve apuntada por el objetivo de una cámara, se obligaba a convivir con los retratados hasta entretejer con ellos unos lazos de confianza. Más tarde, cuando su presencia en suelo extraño se había convertido en algo cotidiano y amigable, desenfundaba su cámara para ser testigo de la verdad desnuda y no de la impostura de una teatralización de los conflictos. Sujeto a estas premisas de proximidad, verismo y confraternización, concebidas desde una actitud reflexiva cuya savia era el compromiso ético y estético, Imad narra y documenta en imágenes las penurias de los inmigrantes que desde la “frontera sur” tratan de acceder a la promesa de riqueza europea.

`Imad´, el gran libro póstumo y desconocido de Jose Granizo

`Imad´, el gran libro póstumo y desconocido de Jose Granizo

Es inútil tratar de compartimentar una obra que fluye sin capítulos o discontinuidad alguna. Con mayores semejanzas a los vaivenes de una biografía que al andamiaje que redondea el ensayo o la ficción, el libro progresa recogiendo fragmentos del periplo de Imad y el complejo entramado que lo acoge o, si se prefiere, lo hostiga. Para abordar este obligado compendio del libro, seguiremos el orden cronológico del mismo y lo diferenciaremos en tres partes en atención a cuestiones geográficas y de cierta unidad de contenido.

Dos instantáneas aéreas describen de modo un tanto tenebroso la llegada del autor a Marruecos y sitúan al lector en un territorio fronterizo. Estas imágenes en color darán paso al blanco y negro de duros contrastes que impera en la primera parte. Imad y sus diarios, la arquitectura industrial y decadente de Melilla y Tánger, el “barrio chino” y los refugios de la marginalidad o los internos del centro de menores La Purísima conforman los motivos de estas primeras fotografías. Lejos del naturalismo al que es proclive la radiografía de los desheredados, el propósito de crítica social se encarrila por un lenguaje que invoca un expresionismo de vanguardia. En los grandes espacios urbanizados, consigue con juegos de luces y sombras conferir la estampa de una ciudad degradada, víctima del óxido y la hiel. Sus fotografías nocturnas, entre lo onírico y lo apocalíptico, lindan con la abstracción. En las páginas con los apuntes de los diarios de Imad propone mediante la composición a doble página un diálogo entre el lenguaje escrito y los negativos con sus renglones de imágenes, como si estas también fueran palabras sueltas o pensamientos atrapados al vuelo. En los retratos, tomados con nervio e incluso frenesí, se eleva como un maestro de la captura del modelo en movimiento. Estos instantes rebosantes de vitalismo e intensidad reflejan con puridad la constante lucha por la supervivencia que distingue a los condenados a la exclusión y la clandestinidad.

Mención aparte merece el tratamiento de la valla de Melilla, del trabajo de las “muleras” y de las cicatrices, las carnales y las que moldean el carácter y la autoestima, que quedan marcadas en quienes intentan saltar la valla. Son imágenes icónicas y elocuentes en las que sobra el subrayado de la escritura. Cabe señalar que lo que podemos ver son piezas escogidas dentro de las muchas que tomó; como le habrá ocurrido a cualquier reportero con un largo historial, su empeño en seguir la ruta de quienes se aventuraban a cruzar la frontera le llevó a terminar en comisaría, lugar donde le fueron arrebatados muchos carretes de soporte analógico. Las que pudo conservar, son suficientes para registrar este desasosegante territorio de ilegalidad, sacrificios y quimeras.

Para la construcción de este retablo sobre la emigración, de robusta solidez en su base conceptual, Josese desplaza aún más al sur en busca de la simiente del desarraigo. Retoma aquí el color en lo que debe interpretarse como una exaltación del mundo del que huyen; el júbilo y la luminosidad que irradian estas imágenes se convierten en una invitación para que las nuevas generaciones labren su futuro en sus lugares de origen. La educación, las madres y los niños ejemplarizan esta reconciliación emocional con las pequeñas alegrías del ser humano. Aquí, su cámara, más dinámica e impresionista que nunca, captura retazos de esparcimiento y destellos de melancolía pincelados con reflejos cegadores. Tanto congenia con estas gentes que uno siente como acaricia con el objetivo la piel de los retratados. Nunca presenta a Fez, ciudad natal de Imad, como una tierra próspera, pero sí clama para que crezcan los frutos del bienestar y así cada vez sean menos los que se vean impelidos a romper vínculos con su entorno y se distancien de su hogar y familia en busca de la incierta ilusión de hallar un trabajo digno en los países del norte.

Una vez desvelada la enredadera de desolación y falta de oportunidades que empuja a la partida, llegamos al término del viaje. Antes se nos mostrarán, en una atmósfera que recuerda al de una secuencia cinematográfica, los oscuros laberintos en los que se desenvuelven quienes se arriesgan a desplazarse escondidos en algún camión de carga, en cayucos o en otros ataúdes flotantes. Imad cruzó el Estrecho en barco y llegó a España. Pronto asistimos a unos momentos en los que la alegría por el reto conseguido se ve enmarcada en un decorado que presagia futuros extrañamientos. De muy sutil manera, observamos cómo el fotógrafo es ya consciente del destino más probable que espera al retratado. Continúa el libro con un recorrido por los problemas de documentación que afronta el emigrante, la cruda realidad de los trabajos y pagas que se ofrecen a estos desubicados, una alerta sobre los rescoldos de racismo y xenofobia y una panorámica de las cunetas del primer mundo convertidas en el lugar de tránsito y residencia que aguarda a los desplazados. Como si el propio Jose participara también de la necesidad vital de aferrarse a la esperanza, el libro se acerca a su final con un poderoso retrato en el que Imademana una fuerza que nos convence de que superará todos los obstáculos, desengaños y afrentas que le asalten en el camino: causa una vivificadora sensación su mirada ensoñadora, pese a que mantiene los párpados cerrados.

`Imad´, el gran libro póstumo y desconocido de Jose Granizo

`Imad´, el gran libro póstumo y desconocido de Jose Granizo

Si se resume el libro despojado del acompañamiento de las imágenes, podría dar la impresión de que estamos ante otro comprometido reportaje de denuncia sobre la pobreza o la inmigración forzosa, ambos temas de triste y longeva vigencia. Por adecuado y brillante en ocasiones que sea el planteamiento argumental e irreprochables que sean sus intenciones de remover conciencias, los logros del libro, si es que puede llamarse así a lo que no está publicado ni tiene visos de estarlo, se hallan en la extraña atracción que rezuman sus fotografías. Son sus méritos plásticos los que incitan a revindicarlo. Un repaso incompleto a sus aspectos formales nos llevaría a enumerar un decálogo de aciertos: las composiciones que recuerdan a abstracciones pictóricas; el modo en que se inmiscuye dentro de la escena; el vigor que supura la acción congelada; los insólitos encuadres que se alejan de armonías y geometrías académicas; la audacia de sus distorsiones cromáticas; la singular maquetación del libro; la apuesta por dejar páginas en blanco para reforzar una imagen; el paisaje devastado de la modernidad; los relatos que inspiran los cuadros interiores y de grupos; la inquietud que despiertan los rostros señalados por la derrota y el fatalismo. “Implicación, intencionalidad, empatía, sinceridad….”: son palabras del autor, redactadas en una correspondencia privada, en las que hablaba de los pilares por los que pretendía ver crecer su obra. Queda prueba de que alcanzó, aunque fuera por breve espacio de tiempo, sus metas creativas. Quizá el valor supremo de Imad sea que logra agitar ideas a través de la emoción y la belleza.

Un adagio de Friedrich Nietzsche sentencia que el verdadero autor se avergüenza de su obra; de ser cierto, dibujaría a la perfección la personalidad de Jose al tratar de promover su trabajo. Este aspecto puede desentrañar los porqués de la escasa repercusión que obtuvo en vida. Nunca se arrimó por interés a quienes ostentaban algún poder en el ámbito de la cultura, era alérgico a los falsos elogios que reportan beneficios, fue el peor vendedor de sí mismo. Eso no le impidió gozar de una gran cosecha de amigos dentro y fuera de la profesión: bajo una coraza de hombre de aspecto duro curtido en nocturnidades y angustiado por tormentos, asomaba un hombre muy cercano de voz baja, timidez enternecedora, franco sentido del humor, inteligente escucha, una profunda lealtad y una calurosa manera de regalar afectos sinceros. Ninguna de estas virtudes servía para colocar sus proyectos en los círculos en los que se alcanzan visibilidad, ni para obtener el respaldo de becas o contratos. Con un empecinado recelo a la hora de hablar de su obra, cuando se veía obligado a reseñar su trabajo dejaba aflorar sus dudas, empequeñecía sus logros, señalaba imperfecciones que no lo eran o que solo él veía, se convertía, en suma, en un injusto y desatinado crítico de sí mismo. Con su sabia humildad y su persecución de la excelencia se ganó la estima y la admiración de muchos, pero fue siempre entre sus maestros, compañeros fotógrafos y otros artistas de depurada sensibilidad, conscientes de que el proceso creativo, si es honesto y es de altura, lo es de búsqueda interior y, por ello, habrá de estar sembrado de las sombras e incertidumbres que acompañan la perenne senda de aprendizaje por la que transitan quienes se hacen preguntas.

Entre las muchas fotografías afortunadas reproducidas en este libro, hay una que muy bien pudiera simbolizar los afanes del propio Jose y, por extensión, de los que viven y sueñan. Es aquella en la que vemos un escorzo de Imad mientras contempla la estela que deja el ferry en el que, alejándole de sus raíces, navega rumbo a la tierra prometida. Sabemos de la fugacidad de las huellas en el agua, conocemos las mentiras que esconden los supuestos paraísos, pero jamás querremos renunciar al prodigio de soñar.Jose Granizo vio cercenada la posibilidad de asistir al reconocimiento de sus trabajos, pero nosotros estamos a tiempo de incorporarlos a la memoria del patrimonio cultural común. Los que ahora tienen la oportunidad de asomarse por primera vez a una pequeña parte de su legado podrán valorar si es justo que el trabajo de este artista siga sepultado en el olvido. Suspiro por que sean mayoría los que consideren que vale la pena contribuir a que, a través de los distintos vehículos y espacios que permiten difundir y custodiar la fotografía artística, sea el veredicto de un público más amplio el que determine qué lugar merece ocupar su obra.