En la última palloza de Pereda de Ancares, en el Bierzo, parece haberse parado el tiempo. Cruzar su puerta, guardada con un ‘llavón’, es viajar en el tiempo y volver la vista atrás para descubrir como era la forma de vida rural a mediados del siglo pasado en tantos pueblos de la comarca. Sin luz ni agua corriente, con el fuego “de suelo” y el colchón de lana, al calor de los animales con los que se compartía la vivienda. “Tendrá unos 300 años”, aventura su actual propietario, Octavio Rodríguez, que la heredó de su padre Antonio, que a su vez la había heradado de su tía-abuela, Manuela, la última “habitante” de esta casa de piedra, de planta circular y “teitos” de paja. “La última que vivió en ella era una tia abuela mía, la hermana del padre de mi padre, murió hace unos 65 años y yo ya no la conocí”, cuenta Octavio. Y un retrato de la tía Manuela preside todavía la curiosa palloza, posando ante la cámara con su pelo recogido y sus aros en las orejas, sin más adorno, con el jersey “cosido” con imperdibles y su mandil. Junto a esa foto décenas de elementos que recuerdan a otros tiempos, desde el ‘pote’ colgando sobre el fuego al fuelle para avivar la lumbre o una artesa, un arado o una horca de cuatro dientes para mover la paja. Ahora Octavio es el encargado de mostrar y enseñar la palloza a los visitantes, como antes lo hiciera su padre. No en vano, a esta palloza la llaman la palloza del señor Antonio. “Murió en su casa, fue en su casa, a unos pasos de la palloza que durante años el mismo enseñó a los turistas, a los curiosos, a los antropólogos y a los periodistas”, escribió sobre él el periodista Javier Pérez Andrés, que se fijó en su sonrisa que siempre adornaba “una grata conversación, coherente, precisa con la historia que nos contaba, con el relato de su familia y la original vivienda circular con techo de paja”. Clases de paisanajeEl señor Antonio tenía una cátedra popular en Pereda de Ancares. Desde allí impartió clases de etnografía y de paisanaje muchos años. Hoy queda su obra y su espíritu inmortalizados en esta palloza. La obra y el espíritu de toda una cultura popular que desaparece”, relatava Pérez Ándres. Su testigo está en manos de su hijo que recuerdo que cuando “era pequeñín” había más pallozas en este recóndito lugar del Bierzo. “Había cuatro o cinco pallozas, aún con techos de paja y ahora, de último, ya solo queda esta, que es la que hay”, añade. “Según se entra está la cocina al lado izquierdo y al derecho la habítación y después la zona dode estaban los animales, que compartían la vivienda con las personas”, explicá Octavio, que puntualiza que su tía abuela “era muy pobre” y solo “tenía una vaca y criaba algún cerdito”. Así, la última palloza de Pereda de Ancares cumple con el “modelo” de estas construcciones arcaicas y primitivas características de esta zona de la comarca berciana.
El exterior de la palloza de Pereda de Ancares con su planta circular y techo de paja / Foto de Quinito-elbierzonoticias.com

El exterior de la palloza de Pereda de Ancares con su planta circular y techo de paja / Foto de Quinito-elbierzonoticias.com

Del astrago a la estrevariza Las pallozas suelen presentar varias compartimentaciones internas, según explica el experto en arquitectura tradicional José Luis García Grinda, que apunta que la principal es la que separa el espacio para las personas del espacio para los animales. El espacio principal, también llamado ‘astrago’, tiene acceso directo desde el exterior y en el se ubica el hogar -fuego de suelo- o ‘lareira‘, rodeado de los ‘escanos’ y otros muebles auxiliares. Al lado, la alcoba, sin más lujos que una cama y un arcón, donde guardar las ropas. Así, la división de estancias se realiza normalmente mediante tabiques de tablas o de ramas entretejidas o ‘estriqueiras’. Nunca falta tampoco un espacio para los animales (‘estrevariza’), también separaciones para ubicar al distinto ganado. En el caso de la palloza del señor Antonio, hay espacios para la vaca y los cerdos, con su ‘pesebre’ para disponer de la hierba que les servía de alimento. Las pallozas están también en peligro de extinción en los Ancares leoneses, pero las que siguen en pie son hoy en día un elemento de arraigo con una cultura rural que se resiste al paso del tiempo y testigos de un modo de vida que poco a poco se desvanece en el morir lento de nuestros pueblos, víctimas del éxido y la despoblación. (elbierzonoticias.com)